viernes, 4 de febrero de 2011

La Sociedad Adormecida

por Corina Schulzse

El objetivo del presente trabajo no es buscar respuestas ni definiciones, sino abrir un pequeño espacio para poder pensar y sobre todo interrogar o interrogarNOS, acerca de la salud y la enfermedad mental, en virtud de las condiciones del sistema actual que nos atraviesa y los efectos que provoca.



Antes de cualquier hipótesis o desarrollo, el primer interrogante que surge es sobre el título mismo de este campo complejo, ya que la aclaración del vocablo “mental” daría la idea de una instancia específica, diferenciada de la salud, y a estas alturas, es casi imposible separar la salud mental de la salud misma.
De la simple observación o de una pequeña encuesta informal se puede inferir que popularmente se define a la persona que padece una enfermedad mental con frases como: “No le llega agua al tanque”, “se le aflojó un tornillo”, “le falta un jugador”, etc., para referirse al “raro”, al “diferente”, al “loco o loquito”.
Así instalamos la distancia, (“hagan distancia” exigían las maestras cuando formábamos en fila). Distanciamos al otro y nos ponemos del bando de los “normales”, el “anormal” es el otro. Describimos, denominamos, clasificamos, etiquetamos al diferente y continuamos con nuestra vida más aliviados.


Ya sea con frases populares o a través de la ciencia, nosotros mismos identificamos, catalogamos, decretamos y excluimos al “raro”, nos ocupamos como sociedad de clasificar y aislar tal, vez para no vernos reflejados en aquel que sufre y lo expresa a través de su locura.
“Los individuos cuyos trastornos psíquicos los convertían en enfermos mentales, expresaban su sufrimiento bajo las formas conocidas y clasificadas en grupos con similitud de rasgos: los deficientes mentales, los demenciales, los alcoholistas, los psicóticos, los maníaco – depresivos, los depresivos reactivos, finalmente el grupo que lindaba con los normal, como los perversos, los neuróticos y los psicópatas. Aparte de los modos de comprender y tratar por los psiquiatras estos trastornos.”(Galende, Emiliano: Psicofármacos y Salud Mental, la ilusión de no ser; Buenos Aires, Lugar Editorial, 2008)
Así es como, en el mejor de los casos, sumamos a la medicalización social básica (pastilla para dormir, pastilla para despertar), la medicalización específica reproduciendo las leyes del sistema, y de paso que suban las acciones del Rivotril; y en el peor, internamos y que se ocupe del estado, total ahora con los derechos de los enfermos ya no se aplica el “chaleco de fuerza”, no hace falta, ante la eficiencia del “chaleco químico”.
De esta manera y sucesivamente, se generaliza la medicalización social, ya que la tristeza y la alegría que hasta no hace mucho eran afectos propios de la condición humana, ahora pasan a llamarse depresión y manía, todo es patológico y medicable, para continuar en el sistema, y no dejar de producir, ni de consumir. Lo importante es producir; “el trabajo es salud”.

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