martes, 17 de marzo de 2009

por Mariano La Moglie


A lo largo de los últimos 30 y tantos años, las fuerzas que tuvieron y tienen el monopolio del poder, ya sea por imposición o por derecho legítimo, han utilizado diferentes mecanismos y métodos de control. La dictadura militar usó el miedo, la desaparición, la tortura y la muerte para desmantelar una generación de jóvenes que pensaban una Argentina con trabajo, igualdad social y libertad. Este mecanismo perverso de aplicación del poder se llevó 30.000 vidas.

Más tarde, ya en democracia y especialmente en la década del 90, con la célebre frase: “síganme, no los voy a defraudar”, la falacia del 1 a 1, la globalización, los nuevos ricos... los argentinos creimos que mágicamente pasábamos a vivir en el “primer mundo”, en el reinado de la frivolidad y el consumo irracional de productos importados sobre el cadaver de todo proyecto económico nacional, donde el libre juego del mercado echó fuera al Estado de su rol como benefactor social. Se instaló el consumo como elemento de dominación avalado por la avaricia propia de los humanos, sumada a la indiferencia de una clase media turbiamente enriquecida que no previó lo que pasaría algunos años más tarde, cuando el país era vendido para el enriquecimiento de unos pocos a costa del hambre y la pobreza de muchos, lo cual hipotecó el desarrollo intelectual, social y cultural de los niños, hoy jóvenes de esta etapa histórica.

Este despilfarro financiero no pudo escapar a la oferta de estupefacientes, a treinta y pico de años de la dictadura y ya en un nuevo milenio lejos de la década menemista, estamos ante un nuevo método de control para los jóvenes: el consumo de drogas. Hoy para la gran mayoría de los chicos tomar alcohol, emborracharse o drogarse puede llegar a ser divertido y placentero, pero lo que no saben es que es una libertad mentirosa ofrecida por esta sociedad de consumo que los sitúa en un lugar de vulnerabilidad extrema que muy pocos ven.

En una sociedad donde los valores están en crisis debido a la búsqueda del placer inmediato, los jóvenes encuentran el aliado perfecto en el consumo de sustancias psicoactivas, sin preveer que serán mañana hombres de fácil dominación, hombres que no podrán defender sus derechos sociales y civiles, hombres que aceptarán lo que venga, lo que se les imponga: hombres sin libertad. Esta nueva forma de dominación es tan perversa y criminal como la propia dictadura, matando en silencio y al que no mata dejándolo fuera de combate. Hoy la droga está asesinando sistemáticamente y las consecuencias las veremos dentro de algunos años.

De alguna manera, los que somos educadores en el ámbito que sea, tenemos que trabajar apuntando a esta cuestión, a la toma de conciencia de lo que hoy parece y es ofrecido como la libertad total, que no es más que la sala de espera a un futuro de esclavitud. Una esclavitud auto inducida, autogenerada, pero propiciada por aquellos que necesitan seguir perpetuándose en el poder y para lograrlo fomentan un pueblo que no piense, que no discuta, que no participe.