
En lugar de rendir un homenaje quiero rendirles cuentas. Para hacer esto voy a rescatar una forma que aprendí con mis compañeros y que fue una práctica generalizada de construcción política en la militancia: el ejercicio de la crítica y la autocrítica.
(...) Era parte fundamental del aprendizaje. Más de una vez el compañero debía hacer su autocrítica por escrito y la reflexión se volvía más profunda. Debía ser sincera, auténtica. Esta práctica, tan necesaria para enriquecer el pensamiento crítico, para crecer con autonomía, ha desaparecido de la política, cuando debería ser algo constitutivo de la misma. Hoy la crítica es tomada desde la lógica amigo-enemigo y en su lugar aparece la obsecuencia.(...) La autocrítica también desapareció de la práctica política, ya que esta se nutre mayoritariamente de roscas, favores y negocios. Si el mundo es de los ganadores exitosos no hay que mostrar debilidades. Así cuando las cosas salen mal, la culpa siempre la tienen los otros.
La destrucción sistemática del país del pleno empleo y el estado como garante de los derechos universales de todos sus ciudadanos, para instalar un modelo económico social y político que ustedes no pueden imaginar: un país 100 veces peor que aquel que queríamos cambiar. Fue un proceso largo que se inició con el golpe gorila del 55, se perfeccionó a sangre y fuego con la dictadura del 76 y culminó y se consolidó con la democracia.
Algunos antes y otros después, todos nosotros debimos asumir la derrota: ver que la situación había cambiado y comprender que se abría un nuevo y largo período de expansión del capitalismo llamado globalización, que es el eufemismo con el que el imperialismo criminal hegemonizado por EEUU provoca la muerte por hambre de millones de personas en el mundo, destruye el planeta, derrocha y lleva al límite del agotamiento los recursos naturales, doblegando los estados nacionales para ponerlos a favor de sus negocios y estableciendo una nueva dictadura mundial: la del libre comercio. La reorganización brutal que se hizo del trabajo fue a escala planetaria. No fue solo material, sino lo que es peor, fue política y cultural generando cambios significativos en las organizaciones populares y en la disposición de lucha de los trabajadores.
En estas condiciones se desarrolló nuestra democracia (...) Entre ellos se destacan “elecciones libres” (como el máximo ejercicio de la democracia), “sociedad civil” (reservorio moral ante un estado corrupto donde vale lo mismo para ser de la sociedad civil un comedor comunitario que los amigos del museo de Amalita Fortabat), “ciudadanía” ( un ciudadano obediente, no crítico y pasivo que pueda asumir alguna forma de control administrativo sobre el estado), “la igualdad de oportunidades” (que reconoce las diferencias pero no las desigualdades) y también “los derechos humanos” (que se ocupa solo de las violaciones políticas: torturas, detenciones, asesinatos y persecuciones, sin ningún reconocimiento a los derechos económicos, sociales y culturales que generan millones de desempleados en el mundo, millones que mueren en accidentes laborales, el trabajo esclavo de niños y mujeres, la contaminación de mares, los miles de niños que mueren de hambre o enfermedades curables). Todo un lenguaje antipolítico.
La política pasó también a ser una mercancía que se fabrica, se vende, se compra y se consume. ¿En que contribuimos nosotros? tenemos alguna responsabilidad en lo que está pasando? Lo denunciamos? nos rebelamos? desobedecemos? buscamos alternativas? nos juntamos con otros? nos organizamos?
Para el Flaco, perdón por no poder ser mejor.
Susana Ure
21 de Marzo de 2009
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